Carlos estudió Física porque siempre obtuvo buenas calificaciones en esa asignatura en el instituto, aunque no le resultase apasionante. Podría haber optado por Geografía, la cual le vuelve loco. Pero, al fin y al cabo, sus notas apuntaban a que debía estudiar alguna carrera de ciencias puras, ¿verdad?
Irene siempre obtuvo calificaciones mediocres en matemáticas y dibujo técnico, pero tenía claro que iría a tope a Arquitectura. El camino fue duro, pero al final logró su objetivo. Quizá estudiar Historia le podría haber resultado más sencillo (dados sus resultados anteriores), pero no era lo que le apasionaba.
Estos dos ejemplos anteriores ilustran de manera muy sencilla lo que Carol Dweck llama Mentalidad Fija y Mentalidad de Crecimiento. En este artículo, te hablaré de ambas mentalidades, y te daré 3 consejos para potenciar la más enriquecedora.
Los dos tipos de mentalidad
La mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento tienen características completamente opuestas, evocando consecuencias distintas en las personas que las desarrollan.
En el primer ejemplo que te he expuesto, Carlos es una persona que no arriesga, porque aceptar un desafío podría significar el fracaso, y él no quiere afrontar la falta de éxito. Además, considera que sus habilidades están definidas de manera innata y que no son modificables. Por tanto, no tiene sentido salirse del camino que le ha sido «preestablecido».
A corto y medio plazo, es posible que a Carlos le vaya bien, desarrolle sus estudios superiores con relativa facilidad y acceda a un trabajo pronto. Pero, a la larga, lo más probable es que se de cuenta de que lo que está haciendo no le satisface o, al menos, no le hace crecer como a él le gustaría.
En el extremo opuesto, encontramos a Irene. Irene sí asume desafíos, porque considera que las habilidades que tiene de manera innata pueden modificarse y, especialmente, que puede generar nuevas fortalezas. Para ella, su potencial es ilimitado y desconocido.
En consecuencia, y a pesar de que el camino a corto plazo sea arduo, vivirá un futuro lejano lleno de éxitos (en este caso, el éxito es el crecimiento). Por tanto, le será más fácil sentirse satisfecha con su vida, y mantendrá la ilusión y el hábito de aprender siempre.
En definitiva, lo que diferencia ambas mentalidades es la percepción sobre la variabilidad de las habilidades y el potencial de uno mismo. De ahí que las personas con mentalidad fija usen la excusa de que algo «no se les da bien» para echarse atrás.
Cómo desarrollar una mentalidad de crecimiento
En base a lo que te he contado antes, ¿crees que tienes una mentalidad fija? Si es así, no te preocupes. Lo bueno de la mentalidad de crecimiento es que no hay que nacer con ella, sino que se puede adquirir. A continuación, te comparto 3 consejos para ello.
1. Ábrete a los desafíos
No podía empezar de otra manera que recomendándote un aspecto esencial de la mentalidad de crecimiento: el desafío constante.
Enfrentarte a retos mantiene vivo tu desarrollo, ya que te obliga a crecer día a día para superar esos retos. Lo ideal es que la dificultad de los obstáculos a los que te enfrentes aumente progresivamente, o incluso que te propongas desafíos de ámbitos distintos cada vez.
Concretamente, lo que te aconsejo es detectar esos aspectos de tu vida que quieres mejorar, y plantarles cara. Si cada vez que detectas un inconveniente o un punto débil decides mirar a otro lado, lo único que conseguirás es no moverte del punto en el que estás.
2. Abandona el orgullo
Uno de los rasgos más extendidos en nuestra sociedad es esa creencia de que llega un momento en el que lo sabemos todo (al menos lo necesario). Esta idea, en un mundo cambiante, es completamente falsa.
Lo primero que debes hacer antes de pensar en crecer en cualquier ámbito es quitarte ese pensamiento de la cabeza. No lo sabes todo. Ni tú, ni yo, ni nadie. Y esto, lejos de ser algo malo, es una gran noticia. Conocerlo todo sería aburrido. El aprendizaje es muy divertido, especialmente cuando le das un significado.
Al empezar cualquier aprendizaje, recuerda a Sócrates: «Solo sé que no sé nada».
3. Identifica tus creencias limitantes
La última clave de la que te quería hablar son las distorsiones cognitivas. Las distorsiones cognitivas son esos pensamientos que tenemos (generalmente negativos) y que no se corresponden con la realidad. Por ejemplo, cuando se te cae un plato y piensas «siempre la estoy liando». Si siempre la estuvieras liando, no te quedarían platos de una pieza, ¿no crees?
Las distorsiones cognitivas son, al fin y al cabo, creencias limitantes. Generan alteraciones emocionales y deforman tu percepción de la realidad, provocando la temida mentalidad fija.
Lo más importante es que aprendas a identificar estos pensamientos. Realmente, se trata de escucharte a ti mismo/a. Puedes empezar apuntando al final del día esos momentos en los que has detectado una distorsión cognitiva, y buscar la manera de modificar tu cognición poco a poco.
¿Quieres saber más sobre este tema? Aquí te dejo un enlace donde se explican bien estos dos tipos de mentalidad.
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