El otro día leí que el 50% de los docentes tienen tendencia a sufrir el síndrome de burnout. Esto es, en definitiva, estar «quemado». Quizá no sea el mismo porcentaje para todas las profesiones, pero las causas coinciden en la mayoría de casos.

¿Cómo se llega a esta situación? Entre otras cosas, mediante el estrés provocado por los altos niveles de exigencia que nos imponemos.

La autoexigencia está a la orden del día. Además, constantemente oyes a los gurús de la productividad decir que no puedes conformarte hasta que logres el 100% de ti mismo/a cada día.

¿Cuántas veces has experimentado esa sensación de estrés en la que el problema eras tú y los listones que te imponías?

Ni todos los días son buenos para todo, ni tú estarás a tope siempre. Por ello, hoy te traigo algunos consejos para gestionar esas malas jornadas y disfrutar más de tu trabajo.

Asume que no eres un robot

El primer consejo que te traigo tiene que ver con la mentalidad. Imagina uno de esos días en los que sencillamente no te sientes con fuerzas, ganas o inspiración.

Es posible que te lastres, que te autocastigues bajo la premisa de que sí puedes encargarte de las mismas labores que cualquier otro día a un alto nivel.

Pero… ¿y si resulta que tu cabeza tiene razón?

En definitiva, escúchate. Permítete un segundo ese mal día para frenar y preguntarte a ti mismo/a: «¿estoy listo/a para llevar a cabo esta tarea?» ¡Ojo! Podría ocurrir que simplemente necesites un momento para respirar profundamente y luego seguir a tope.

Es cierto que esto no siempre es aplicable. Hay días en los que debemos llevar a cabo tareas urgentes, que acaban de surgir y que necesitan ser resueltas. Pero, en la mayoría de empleos, si tienes una buena organización y cumples con frecuencia con tus labores, estas situaciones «extremas» ocurrirán muy de vez en cuando.

Por ello, lo que quiero que extraigas de este apartado es que debes confiar en ti mismo, en lo que te dice tu cuerpo. No sigas un estándar de autoexigencia a rajatabla. Mejor pregúntate hasta dónde puedes dar cada día y, en base a ello, actúa.

Dale al descanso la importancia que se merece

Si de manera estándar se trabaja 5 o 6 días a la semana es porque cualquier persona rinde más así que trabajando todos los días.

Es decir, el simple hecho de descansar colabora a que cada hora de trabajo que llevemos a cabo sea mucho más productiva.

Por lo tanto, te recomiendo que valores tus descansos. Si eres tú el que diseña tus propios horarios, procura al menos descansar un día a la semana. Esto ayuda a recargar energías y, como ya he dicho, te ayudará a ser más productivo.

Además, respeta ese descanso. Procura dejar para el horario de trabajo los pensamientos sobre ese trabajo. No te lleves los problemas a casa. Si los fines de semana no son laborables, pon de tu parte para que realmente no lo sean.

Lo importante es que, por mucho que te guste llevar a cabo tu empleo, y por muy ilusionado que llegues a estar con tus objetivos laborales, es necesario que descanses y desconectes de vez en cuando.

Aprovecha tu tiempo libre

En el apartado anterior te he hablado de respetar los tiempos de descanso. Pero, ¿cómo puedes hacer eso?

El otro día, mi hijo me comentó que, desde que emplea sus ratos libres en leer, hacer rompecabezas y tocar la guitarra, se siente mucho más lleno y le resulta más sencillo desconectar que cuando ve series o se entretiene en las redes sociales.

La moraleja es sencilla: desarrolla hobbies que te reporten un beneficio, o que supongan un reto enriquecedor y motivante. Por ejemplo, aficiones que cumplen estos dos criterios pueden ser tocar un instrumento o empezar a practicar algún deporte.

¿A qué esperas para disfrutar y sacar ventaja de tu tiempo libre?

Aunque te acabo de recomendar no pasar mucho tiempo en redes sociales, te animo a que al menos le eches un vistazo a mis perfiles en ellas, ya que comparto contenido interesante de este estilo, además de poder estar al día de las nuevas publicaciones del blog. ¡Sígueme en ellas!:

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