Antes de comenzar, quiero agradecerte que me dediques un ratito de tu tiempo, que es sin duda una de las cosas más valiosas que me puedes dar. Para mí es un placer que estés ahí y mi máxima aspiración es poder compensarte como tú te mereces.
Te he hablado de muchas cuestiones que puede que te sirvan, pero llegado este momento, en estas circunstancias, uno se pregunta ¿Y ahora qué?
Seguramente en estos meses me hayas leído que “no estamos en una época de cambios, sino que estamos en un cambio de época”. Pues eso hoy, en los momentos que nos toca vivir, ya está obsoleto. Y es que con todos los últimos acontecimientos, el cambio CAMBIÓ.
En esta situación tan complicada, las personas volvemos la mirada hacia nuestros referentes para que nos orienten, nos den claves y, sobre todo, nos devuelvan la seguridad que la incertidumbre nos ha robado. Y es que estar a la altura para todos es complicado.
A ver si puedo explicarte lo que nos ocurre. Si acudimos a la teoría de Paul McLean del cerebro triuno (o triúnico) y su evolución, nos encontramos que el proceso evolutivo del cerebro se produjo desde hace unos quinientos millones de años en el cerebro primitivo. Este cerebro reptiliano (porque estaba presente en los reptiles) se dedicaba a conductas simples e impulsivas que respondían a estados fisiológicos del organismo muy básicos como miedo, hambre o enfado. En definitiva, se encargó durante muchísimos años de la supervivencia del individuo (comer, beber, dormir) y de la especie (impulsos y relaciones sexuales). Su función es, por tanto, actuar rápido, de manera instintiva, asegurando la supervivencia. Además, también controla la energía del cuerpo y busca el equilibrio.
Posteriormente, se fue desarrollando una estructura por encima de la anterior, que es el cerebro límbico o cerebro mamífero (se desarrolló en los primeros mamíferos). Este se encargó de desarrollar la percepción no consciente y las emociones con una función muy adaptativa, generando aprendizaje a nivel experiencial. En los humanos se convirtió en la mente que siente.
Por último, está el neocortex (cerebro racional), que es esa estructura cerebral propia de los humanos que envuelve a las anteriores y que es responsable de la percepción consciente, del raciocinio y de la reflexión. Realmente no son 3 estructuras o sistemas independientes, ya que se unen por millones de conexiones neuronales. Incluso las nuevas técnicas de neuroimagen conciben el cerebro no por partes, sino como un puzzle interconectado.
Pero, simplificando, fue hace aproximadamente unos 40.000 años cuando se produjo la última actualización del cerebro. De esta forma, se mantiene que el máximo objetivo de nuestro cerebro es sobrevivir. Cuando percibe incertidumbre, dispara la respuesta de amenaza en el cerebro reptiliano. Para que te hagas una idea: hace 40.000 años, amenaza era igual a muerte.
Es por ello que todavía salimos al mundo buscando certidumbres. Así, cuando surgen o encontramos incertidumbres, se dispara la respuesta de amenaza y tendemos a quedarnos en nuestra zona de protección (huyendo, paralizados o como mucho luchando sin avanzar). Generamos y percibimos una sensación de estrés-amenaza y de descontrol. Se produce más riego, glucosa y oxígeno al cerebro primitivo y no se riegan los lóbulos prefrontales y el neocórtex. Por tanto, no somos creativos y empáticos. No visualizamos el futuro, no tomamos decisiones organizadas y no fomentamos la relación con los demás.
Espero que esta explicación te haya ayudado a entender por qué la situación que estamos viviendo nos afecta de la manera que lo hace. A partir de aquí, ¿qué podemos esperar de nuestros líderes? O incluso más difícil, ¿qué tenemos que hacer nosotros como líderes? Te hablaré de eso en el próximo artículo. ¡Sígueme en mis redes sociales para que no se te pase!
En estos momentos vivimos muy acelerados,sin detenernos un poco para pensar antes de actuar y por eso es que muchas veces cometemos muchos errores