Seguro que conoces a personas que se pasan el día soñando despiertas, que viven en un futuro hipotético y perfecto, olvidándose del presente y de la realidad por imaginar un mejor porvenir.
Pero también conocerás a otro tipo de gente que está tan metida en su rutina y en sus tareas actuales que difícilmente es capaz de mirar más allá del día de hoy.
¿Crees que es necesario ser tan radical?
Yo creo que no. De hecho, posicionarse en extremos siempre genera muchas desventajas. En este caso, las limitaciones de ambos grupos se pueden asemejar a las que tienen los objetivos a largo y a corto plazo.
Reducir tu vida a los objetivos a largo plazo solo provocará que no avances, porque estarás tan obsesionado/a con tu sueño que no te enfrentarás a los obstáculos necesarios para llegar a él.
Por otro lado, viviendo a base de objetivos a corto plazo sí avanzas. Pero… ¿hacia dónde? Porque, al fin y al cabo, trabajar sin un orden y un rumbo lógico no lleva a ninguna parte, por muy duro que lo hagas.
Por ello, hoy quiero hablarte sobre la parte buena de vivir en el presente y en el futuro, y al final te propondré una forma de encontrar el equilibrio y quedarte con los beneficios de ambos enfoques.
Ventajas de centrarte en tu presente
El objetivo a corto plazo se centra en actuar, en ir construyendo y desarrollando ese camino que has diseñado. De la misma manera, vivir tu día a día significa que te pones manos a la obra y apuestas por la acción.
Nadie en esta vida logra la excelencia sin práctica. Incluso el camino mejor establecido necesita ser puesto a prueba.
Vivir en el presente te va a permitir avanzar, completar pequeñas metas poco a poco y aprender gracias a tus propios errores. Recuerda que te pueden contar la teoría pero no la interiorizarás hasta que la experimentes por ti mismo/a.
Por otro lado, vivir al día te permite (en general) disminuir las preocupaciones, ya que no te obsesionarás nunca con cumplir tareas extensas. De hecho, solo pondrás tu atención en metas concretas y rápidas que puedas completar en poco tiempo.
Las personas de este tipo mantienen los pies en el suelo, por lo que son realistas y críticas. Además, suelen proponerse cada día nuevos retos, por lo que aprenden y llegan a dominar todo su ámbito.
Sin embargo, si vives demasiado en el presente encontrarás una importante desventaja: no tendrás grandes ambiciones ni proyectos de vida que te motiven.
Por ello, existe el siguiente tipo de persona.
Ventajas de vivir pensando en el futuro
Igual que los objetivos a largo plazo te permiten establecer un camino, existen personas que centran su vida en imaginar una dirección.
Cuando piensas en tu futuro ideal, no estás haciendo más que definir dónde quieres llegar. De esta manera, puedes llegar a planificar todos los pasos que requieres llevar a cabo para alcanzar esa meta.
Es importante planificar de cara al futuro lejano porque es allí donde residen tus sueños más complejos y profundos. Si diseñas con detalle el camino a seguir solo te quedará ejecutar las acciones.
La gente que vive con esta filosofía no suele sentirse perdida, ya que tienen bien estudiados los pasos que deben dar para alcanzar una meta. Se podría decir que son los que dominan la teoría.
El aspecto más llamativo es la gran motivación que tienen estas personas. Han imaginado tanto su éxito que lo han convertido casi en una realidad. Se encuentran a solo un paso de lograrlo: la acción.
Esto último puede ser también el talón de Aquiles, ya que soñar quita tiempo, y soñar demasiado directamente no deja hueco para actuar. Y tanto tú como yo queremos que los sueños dejen de serlo algún día, ¿verdad?
Cómo encontrar el equilibrio óptimo
Una vez que ya conoces ambos enfoques, llegó el momento de desarrollar una actitud que aproveche lo mejor de cada casa.
Si yo tuviera que elegir entre ambos extremos, me decantaría por el que apuesta por el día a día, ya que al menos de esa manera te aseguras ser una persona productiva.
Eso sí, si estás aquí entiendo que no es para conocer algo mediocre e incompleto. Por tanto, vamos a encontrar el equilibrio.
Como te digo, lo recomendable es que priorices el enfoque a corto plazo la mayor parte del tiempo. Sin acción no hay crecimiento, sea hacia la dirección que sea. Pero antes de la acción hay otro requisito básico e indispensable para construir un camino hacia la excelencia: la planificación.
El proceso en cualquier ámbito sería el siguiente:
- Establece un objetivo final.
- Diseña pequeñas metas intermedias, cada vez más concretas.
- Detalla el camino a seguir pasando por todos esos puntos de control.
- Ponte manos a la obra.
Como ves, los tres primeros puntos tratan de planificar (y, por tanto, de pensar en el futuro). Sin embargo, el último punto abarcará el 99% de tu tiempo, ya que el esfuerzo que hay que realizar cada día para llegar a un objetivo final es mucho mayor que el de elaborar el plan.
Por ello, inevitablemente verás como es necesario estar con la mente puesta en el presente la mayor parte del tiempo.
Aun así, te recomiendo que siempre tengas en la cabeza, aunque sea en un plano secundario, tu objetivo final (y una visualización de ti mismo/a alcanzándolo). Esto mantendrá tu motivación y no permitirá que cedas en tu empeño.
Si quieres seguir profundizando en otros aspectos, te aconsejo que te pases por la pestaña de Beneficios, donde encontrarás dos formaciones en las que trabajaremos este y muchos otros aspectos.
¿Y tú cómo te ves? ¿Eres más de dejarte llevar por el futuro o de vivir con los pies en el suelo en el presente? ¡Te leo en los comentarios!