¿Es preferible ser bueno en todo o el mejor en algo? Esta es una pregunta que todos tratamos de responder a lo largo de nuestra vida, ya que nos permite saber hacia dónde enfocar el esfuerzo (si a aprender muchas habilidades a un nivel aceptable o una habilidad hasta la maestría).
Creo que coincidirás conmigo en que lo que sí es obligatorio es especializarse en un ámbito de trabajo (educación, finanzas, artesanía…). Al fin y al cabo, cada uno de nosotros es un engranaje que aporta un poco al gran mecanismo de la sociedad.
Partiendo de esa base, hoy quiero reflexionar contigo sobre cómo puedes enfocar tu aprendizaje para sacarle el máximo partido y crecer hacia tus metas personales.
Qué dos opciones existen
Para comenzar, me gustaría que revisáramos las dos opciones de una manera separada, considerándolas opuestas. Para ello, sacaremos las ventajas y desventajas de cada una de ellas
Ser aceptable en muchas habilidades
Lo mejor de diversificar tu esfuerzo en muchas habilidades es que esto te convierte en una persona sólida y versátil. De esta forma, serás capaz de desenvolverte adecuadamente en prácticamente cualquier situación de tu trabajo. Esto te aportará estabilidad y fiabilidad.
Por otra parte, no destacarás en nada. En consecuencia, quizá no llegues a ser reconocido por algo en concreto (más allá de esa versatilidad que te comentaba).
Dominar uno (o unos pocos) aspectos
Si tu intención es ser un/a referente en una habilidad concreta, este es tu enfoque. Dominar un aspecto te permite ser reconocido y destacar, por lo que es más probable que triunfes si escoges este camino. Ser especialista te convierte en una pieza clave y atractiva.
Sin embargo, también existe una desventaja muy clara cuando te centras en ser dominar solo unos pocos aspectos: si te sacan de tu campo de dominio, te cuesta mucho desenvolverte. En consecuencia, si esa habilidad en la que eres maestro/a deja de ser relevante… ¡más te vale aprender otras rápidamente!
Cuál es el camino a seguir
Hasta ahora, hemos hablado de manera aislada de las dos opciones, considerándolas como excluyentes. Sin embargo, esto no suele ser así. A lo largo del aprendizaje de una materia o área, existen diversas fases. En estas fases se dan ambos enfoques.
Por ejemplo, cuando estás comenzando en un nuevo ámbito, debes aprender la base. Esto implica una labor multidisciplinar. Ya que son habilidades esenciales, resulta obligatorio aprender a ser bueno en todas ellas.
Por otro lado, una vez estás avanzando en tu camino, lo habitual es que te decantes por una rama más específica en ese ámbito. En consecuencia, estás dejando de lado ese aprendizaje global para centrarte en dominar unos pocos aspectos.
Aun así, no solo depende de esto. Como veremos a continuación existen tres criterios para determinar cómo enfocar el aprendizaje en un ámbito:
1. Tu forma de ser
La personalidad es un factor crucial a la hora de adaptar las estrategias de aprendizaje. De esto saben bien aquellas personas que se dedican a la docencia, más aún en el mundo actual, en el que se aboga por una educación muy individualizada y personalizada.
Por ello, un aspecto que debes considerar es si eres una persona que prefiere aprender varios aspectos al mismo tiempo o si, por el contrario, te sientes más cómodo/a dominando solo una habilidad.
Aquí deberás considerar diversos subfactores, como pueden ser la disposición a trabajar muchas horas en una habilidad, la constancia, la actitud hacia la diversidad de actividades diarias…
2. Tus objetivos
Otro factor que también surge de ti mismo son las metas que tengas en tu trabajo o en tu vida. Estas determinan en gran medida tu metodología de aprendizaje.
Si tu meta es destacar y triunfar en algo, más te vale dominar una habilidad hasta llegar a poder considerarte un/a maestro/a en ello. Por el contrario, si lo que buscas es estabilidad, la mejor opción siempre será la versatilidad. Esta te permitirá tener alternativas para cualquier obstáculo.
3. Tu ámbito de trabajo
Por último, hay que remarcar que el ámbito en el que te especialices también importa. De hecho, es muy definitorio.
Imagina el ejemplo de un maestro. En este caso, es probable que domine una materia, como educación física, música o inglés. Sin embargo, lo que está claro es que debe estar preparado para todo, ya que normalmente no solo dará clases en esa especialidad que eligió en su momento.
Por otra parte, ahora piensa en una atleta de 100m. Aunque esta disciplina implique diversas «minihabilidades», lo realmente importante para la atleta será dominar la habilidad de correr esos 100m hasta llegar a ser la mejor. En este caso, de poco le sirve ser buena en otros aspectos.
Llegó el momento de que reflexiones sobre tu propia situación. En base a los criterios anteriores, ¿hacia qué enfoque te decantarías en este momento?
La semana que viene subiré un artículo con consejos para aprender utilizando ambos enfoques mencionados. Te recomiendo que me sigas en mis redes sociales para no perderte nada:
¡Un saludo!