Cuando era joven, me sentía el rey del mundo. Pensaba que podía lograr todo lo que me propusiese, que mi vida y mi destino estaban en mis manos, que podía controlar cualquier variable que se me presentase, tanto interna como externa. Este es uno de los discursos más extendidos en la sociedad. En nuestra juventud, somos muy propensos a creerlo.
Sin embargo, esto generó frustración en muchos puntos. De tanto sentir que era capaz de vencer en cualquier situación, acabé posicionándome en el centro de todo. El mundo giraba a mi alrededor. Por tanto, ¿cómo era posible que algunas cosas no salieran como yo quería? ¡Si estaba dando lo mejor de mí mismo!
En un momento de esa etapa, una persona muy cercana me dijo algo que me hizo reflexionar: «Paco, deberías sentirte orgulloso por todo lo que has conseguido y aún consigues. Y, lo que no logras alcanzar, es que no te corresponde. Lo importante es que te esfuerzas al máximo. Lo demás, depende de Dios.»
¿Dios? Es decir, sí, vengo de un ambiente religioso y yo también lo soy pero, ¿qué tiene que ver Dios en mi éxito? Pues resulta que más de lo que pensaba. A continuación te explico por qué.
La existencia de un Poder Superior
Ryan Holiday cuenta en su libro «La quietud es la clave» la siguiente anécdota. De los 12 pasos clave que se establecen en Alcohólicos Anónimos para superar la adicción, uno de los que más cuesta interiorizar es «aceptar la existencia de un poder superior». De la misma forma, este punto es clave en el proceso, ya que permite al individuo dejar atrás el pensamiento egoísta de que su destino está completamente en sus manos, por lo que puede hacer lo que quiera con él.
No obstante, esto no solo ocurre en las vidas de una persona adicta a cualquier sustancia, sino que nos ocurre a todos. ¿Cuándo fue la última vez que cediste a un deseo que te perjudicaba y te arrepentiste después?
Y puedes decirme «¿Cómo puede ser que creer en un Dios me haga más fuerte y más feliz?» Pues resulta que, realmente, esto no tiene que ver con Dios. La clave aquí está en rendirse, en abandonar la idea de omnipotencia que nos invade, de dejar atrás la sensación de que el universo gira alrededor de cada uno de nosotros.
Para ello, el punto es asumir que existe algo superior a ti y a mí, con un poder sobre tu vida y sobre todas las demás. Puedes llamarlo Dios, Fortuna, Destino o Universo, entre otras mil y una denominaciones. El objetivo no es catalogar a este ente de una forma estandarizada, sino que su existencia y su reconocimiento te ayuden a reducir tu foco y mejorar tu vida.
Ventajas de compartir la responsabilidad por tu Destino
Este cambio de paradigma puede brindar varios beneficios interesantes a tu vida. La inclusión de un poder con voluntad propia que decide por ti en muchos ámbitos, resulta liberador. Cuando dejas de preocuparte por aquello que no puedes controlar, te permites enfocar toda tu atención en lo que depende de ti.
Los estoicos, por ejemplo, hablaban de libre albedrío, esa capacidad de tomar decisiones sobre cómo interpretas y abordas la realidad que te rodea. Si puedes dedicar todo tu esfuerzo mental a gestionar tus pensamientos de una forma productiva abandonando las preocupaciones sobre lo externo, ¿por qué no permitirte esta libertad?
De una forma más práctica, hay que tener en cuenta que esto te permite estar más descansado. El cerebro racional, también conocido como neocórtex, se cansa en base a su actividad, como cualquier músculo del cuerpo. Por ello, es aconsejable reducir el número de decisiones que tomas cada día. En ese caso, ¿no será mejor que te concentres en decidir sobre lo que sí depende de ti al 100%?
En el título de este apartado, hablo de compartir porque no quiero que entiendas que de esta forma renunciamos completamente al control de nuestra vida. Si bien es cierto que las circunstancias externas esbozan el boceto de nuestro camino, somos nosotros los que perfilamos y rematamos ese dibujo. Esto hace más crucial aún estar libres de cargas para poder tomar la decisión correcta en el momento adecuado.
¿Y tú? ¿Crees en la existencia de un poder superior? ¡Te animo a compartir en los comentarios tu perspectiva sobre este tema!
Espero que te haya resultado interesante este artículo. ¡Hasta la semana que viene!