Hace un tiempo, te hablé sobre las dos habilidades fundamentales que te iban a permitir mejorar tu inteligencia interpersonal. Así es cómo se construyen las relaciones entre personas, tanto en el ámbito cotidiano como en el profesional.
Sin embargo, cada relación, ya sea familiar, de amistad o laboral, debe cuidarse y mantenerse a lo largo del tiempo. La clave reside en aprovechar lo que te aporta esa persona y el lazo que te une con ella.
Aun así, esto no debe reducirse solo a recibir. Si lo piensas, parte de la felicidad que surge de lo social proviene de la satisfacción de ayudar a los demás. Por tanto, podemos asegurar que cada conexión humana supone un mundo lleno de posibilidades.
En definitiva, hoy me gustaría hablarte sobre cómo puedes lograr relaciones personales sanas y evitar la toxicidad, sacando el máximo provecho de lo que recibes de tus allegados y de lo que tú puedes aportarles.
Establece tus propios límites
Sin duda, una de las bases para construir lazos sociales positivos es conocerse a uno mismo. Entre otras cosas, debes aprender a analizar los límites hasta los que puedes llegar en lo que concierne a ayudar a otra persona. Esto implica comprender que cada uno tiene su propia vida y la gestiona a su manera. Es decir, puede ocurrir que ese amigo al que intentas recomendar no vea las cosas de la misma forma que tú.
¿Por qué pongo tanto énfasis en este aspecto? Pues bien, porque muchas veces la causa de que surja la toxicidad en una relación es que una de las personas trata de cargar con los problemas de la otra. ¿No te ha pasado que te responsabilizas de que tu pareja supere un obstáculo?
A primera vista, esto no supone ningún inconveniente, ya que se puede interpretar como señal de un gran compromiso. En cambio, puede llegar a ser negativo al generarte estrés, ya que al final no eres tú quien toma las decisiones. Y, además, corres el riesgo de dar más importancia a esos problemas que a los propios.
¿Te sorprendería que te dijese que esto es aplicable hasta en nuestra labor como padres? Así es, incluso cuando la responsabilidad aquí es claramente mayor que en cualquier otro trato social, tienes unos límites. Es más, no cruzar esas fronteras permitirá a tus hijos generar independencia y capacidad de tomar decisiones a la otra persona… ¡es una doble ventaja!
En conclusión, la mitad de cualquier lazo afectivo que tengas reside en lo que eres capaz de aportar. Esto debe implicar dar el máximo de ti mismo, pero NADA MÁS. Así, te beneficias tanto tú como la otra persona.
Encuentra el equilibrio
¿Has sentido alguna vez que dabas más de lo que recibías? O, por el contrario, ¿te ha pasado que recibías demasiado y no sabías cómo aportar lo mismo? Esto es algo que suele ocurrir. Es más, opino que no siempre es un problema. Existen situaciones en las que puede que una persona tenga más que aportar que la otra. Sin embargo, lo importante en este sentido es apreciar el largo plazo.
Si estás pasando por una mala racha es normal que tu pareja o tu familia dedique un tiempo generoso a apoyarte en la superación de tus problemas. Esto no significa que tú hayas dejado de aportar. De hecho, es probable que, si tanto te aprecian tus allegados, será porque algo bien habrás hecho tú en el pasado, o incluso porque saben que en su situación tú harías lo mismo.
Aun así, existen casos en los que sí es necesario preguntarse: «¿me compensa aportar todo lo que tengo en relación a lo que estoy recibiendo?». Como te digo, esto no es una norma ni debe considerarse como una rutina a aplicar periódicamente a todas tus relaciones. Pero, cuando a largo plazo se sostiene una situación que sientes como insana, quizá es el momento de juzgar si merece la pena mantener ese lazo.
No te preocupes. Las relaciones, como la vida misma, evolucionan. A veces, incluso pueden llegar a su fin. Pero lo bonito es que esos recuerdos y buenos momentos que has pasado con alguien no se van a borrar. Por tanto, disfruta del presente y de los momentos de felicidad con tus allegados.
Estos dos consejos se podrían resumir en una frase: quiere y quiérete, pero no quieras sin quererte ni pretendas ser querido/a sin querer… ¡Vaya trabalenguas más bueno me ha quedado!
Dejando de lado las bromas, opino que las relaciones personales son cruciales, hasta indispensables, para el desarrollo personal. Por ello, merece la pena cuidarlas y aprovechar su gran aporte para avanzar y crecer.
¿Qué opinas sobre este tema? ¿Crees que merece la pena luchar por tus relaciones personales? ¡Te leo en los comentarios! Un abrazo.