Para conseguir el éxito en la empresa tienes que obtener confianza e influencia en tu cliente, acercarte a su satisfacción y, posteriormente, fidelizar. Para ello, es necesario manejar variables racionales y emocionales. Las variables racionales están relacionadas con tu producto o servicio, con los procesos y con el precio. Por otro lado, las variables emocionales son la actitud y la marca. Por tanto, ¿en qué será mejor centrarse? ¿Venta racional o venta emocional?
Si tu producto o servicio es único y lo necesita tu cliente, el negocio es tuyo. Pero eso no suele ocurrir. Lo normal es que tengamos un producto bueno que entra en competencia con el resto de empresas de tu sector. Si, además, aplicas procesos novedosos que inciden en la comodidad del cliente o en la funcionalidad del producto, mejor. Pero los procesos se pueden copiar, con lo que la exclusividad se limita. Y si basas toda tu diferencia competitiva en el precio es probable que acabes fracasando porque siempre habrá alguien que pueda hacerlo por un precio más bajo. Además, por precio no conseguirás ni confianza ni fidelización. En definitiva, quizás lo más conveniente sea diferenciarte con alguna de estas variables, pero sin rebajar el precio.
Por otro lado, existen otras variables de carácter emocional, que sin duda establecen la diferencia. Me refiero a la actitud y la marca, porque son la que realmente generan confianza en el cliente. Desde estas variables puedes alcanzar credibilidad e influencia y acercarte a cubrir necesidades superiores como la autoafirmación, la pertenencia, o el reconocimiento.
Los conocimientos y las habilidades suman. En cambio, la actitud multiplica.
Por tanto, como es muy probable que aquellas variables racionales acaben consiguiéndolas las empresas de la competencia, la diferencia va a estar en estas variables emocionales. De hecho, la satisfacción y la confianza se obtienen mediante procesos emocionales. Por ello, acaba ocurriendo que en la ecuación del Valor de tu producto o servicio, son importantes tus conocimientos y tus habilidades, pero no suficientes, por tanto suman. Lo que parece claro es que la actitud es un factor diferencial, porque querer es más importante que saber. En esa ecuación, la Actitud multiplica.
Por ello, hay que realizar una gestión de las actitudes y eso se consigue trabajando las emociones, generando estados emocionales positivos, provocando motivación y optimismo.
Consejos para mejorar tu Actitud
Permíteme que te ofrezca algunas opciones que puedes valorar para que construyas actitudes que te acerquen a tu éxito empresarial:
- Sé positivo: se trata de un estado mental que tienes que elegir. Entonces, puestos a elegir, mejor positivo que negativo. Es decir, valora y abraza las cosas buenas que te rodean desde el optimismo.
- Sonríe: así construyes relaciones, provocas confianza y motivación y eso revierte inmediatamente en ti, mejorando tu autoestima.
- Trabaja las opciones: genera oportunidades desde la flexibilidad, entiende las dificultades como posibilidades de crecimiento y aprendizaje.
- Actúa con pasión: que sea el amor tu estado natural y verás cómo eso se traduce en inspiración e influencia. Es cien por cien efectivo.
En definitiva, son las actitudes positivas las que mejores resultados provocan, ya que te permiten un crecimiento personal inmediato y, sin duda, te van a llevar al desarrollo y al éxito empresarial.