Vivimos en una sociedad que nos perturba constantemente. Nos vemos bombardeados de estímulos y de urgencia. Cada día, se nos presentan cientos de tareas y decisiones que concebimos como obligatorias. Esto puede llevarnos a responder de dos formas muy polarizadas: mediante la necesidad de llevar a cabo todas estas labores, lo cual genera estrés, o a través de la apatía, que provoca vacío.
Problemas como la baja autoestima o la dificultad para encontrar sentido a la vida derivan de esta sobreestimulación. Crecemos tan enfocados en la recompensa, en el objetivo y en el resultado final, que solemos olvidarnos de vivir y de disfrutar del camino, de cada uno de los momentos que componen el proceso.
Por todo ello, hoy me gustaría hablarte de la serenidad y darte algunas técnicas para lograr una mente sosegada que acompañe a tus desafíos diarios. ¿Comenzamos?
Define tu quietud
Mientras que la primera definición que te puede venir a la cabeza si menciono la palabra quietud es la falta de movimiento, esta idea va mucho más allá desde el punto de vista filosófico. Se trata de una característica que te permite vivir con sosiego, incluso cuando estás en un momento de plena actividad. Por tanto, no sólo puedes alcanzarla en aquellos momentos en los que no estás haciendo nada. Es un estado mental más que uno físico. Por eso se relaciona tanto con la serenidad mencionada.
Si te interesa lograr esta serenidad, a continuación te voy a proponer 3 estrategias que puedes practicar en tu tiempo libre e ir trasladando hacia ese tiempo en el que te mantienes en movimiento o activo/a mentalmente. Son aspectos que conoces y que probablemente estés habituado a escuchar, pero te sorprendería cómo los pasamos por alto y no les sacamos el máximo provecho en esta sociedad de bullicio y ocupación constante.
Silencio
El silencio, técnicamente hablando, es la ausencia de sonido. Sin embargo, el sonido en el día a día es inevitable. Incluso entrando en una cámara completamente insonorizada, acabarías escuchando tus propios procesos corporales. Por ello, el concepto de silencio que te interesa desarrollar va más allá.
La idea es que busques momentos o situaciones en los que renuncies a cualquier estímulo externo (especialmente auditivo). Permítete apagar la televisión mientras comes o apagar la música de fondo en tu oficina. Da un paseo nocturno dejando el móvil en casa. Pasa un domingo en el campo.
El silencio es una característica que se puede desarrollar en cualquier momento y lugar. Es más incluso dos personas que comparten un mismo espacio pueden disfrutar de él, e incluso enriquecerse del silencio del otro. Asimismo, es una cualidad que favorece a desarrollar los dos factores de los que te hablaré después, y potencia otras habilidades, como la escucha activa o la concentración.
¿Acaso el deportista que está participando en las Olimpiadas en mitad de un estadio abarrotado de espectadores no se encuentra en silencio? Si él puede mantener la mente en ausencia de ruido, tú también.
Reflexión
Una vez has logrado el silencio, puede que empieces automáticamente a reflexionar. Existen mil maneras de reflexionar, pero todo empieza en tu mente. Para ello, primero debes liberar tu cabeza y, sobre todo, desarrollar una buena consciencia del presente, de la que te hablaré a continuación. Es por ello por lo que lo que te propongo en este artículo es un proceso íntegro, cuyas partes están todas conectadas.
La reflexión puede llevar al autoconocimiento, al análisis de hechos que han ocurrido o incluso a imaginar posibles escenarios futuros. Toca el presente, el pasado o el futuro. No obstante, lo más importante es que la reflexión sea enriquecedora y, sobre todo, centrada en lo que dependen de ti. De nada sirve guardar silencio y dejar volar tu mente para generar una nostalgia devastadora sobre esos hechos que te derrumbaron hace un año o para provocarte ansiedad por el porvenir de tu empresa. Estas ideas escapan de tu control, así que no les des más peso del que tuvieron o tendrán.
Un ejemplo muy claro de actividad que potencia la reflexión es ese paseo sin música ni móvil, en solitario, que te he comentado anteriormente. Aquí, lo único que importa es la indagación en tu propio ser, en tu autoconocimiento. También puedes acompañar tus reflexiones con ejercicios por escrito, llevando un diario en el que escribas cada mañana, cada noche, o simplemente cada vez que llegues a conclusiones interesantes sobre ti mismo/a o tu vida.
Consciencia del presente
La consciencia del presente es, sin duda, la base de la quietud. El motivo por el que la serenidad suele escaparse de nuestras manos es por el estrés o la ansiedad generados por sobrepensar sobre el futuro, o por la nostalgia de un pasado que concebimos como idílico y mejor que el momento actual.
Sin embargo, la realidad es que el único momento que podemos controlar y que depende de nosotros es el actual. De hecho, eso implica que es el mejor momento de tu vida y de la mía (porque técnicamente no existe otro). La serenidad se encuentra aquí y ahora. Obviamente, no basta con estos pensamientos para, mágicamente, enfocar la mente en el presente. Por ello, voy a brindarte un par de herramientas.
La primera de ellas es la meditación, de la que ya te he hablado en alguna ocasión. Existen mil formas de meditar, no solo la tradicional con los ojos cerrados. Siguiendo con la idea de los dos puntos anteriores, un paseo solitario puede ser útil. Por ejemplo, puedes proponerte dejar atrás tus pensamientos y simplemente centrarte en discriminar todos los sonidos u olores que percibes. De esta manera, estás poniendo el foco en la realidad actual.
Otra propuesta útil es que reduzcas el número de objetivos y la distancia temporal hasta su consecución. Es decir, proponerse objetivos muy a largo plazo puede generar esa ansiedad de la que hablábamos y, desde luego, se lleva tu atención a un futuro demasiado lejano. Aunque es importante ser consciente de los ámbitos en los que quieres tener éxito, te recomiendo que tu mayor meta esté como máximo a 1 año vista. Y, sobre todo, divide en objetivos a medio y objetivos diarios, que son los que deberían ocupar tu mente de forma cotidiana.
La serenidad es una cualidad que se puede entrenar. Por tanto, te recomiendo que pongas en práctica los aspectos e ideas que te he comentado a lo largo de la publicación si quieres tener una vida más calmada (que no inactiva). ¿Se te ocurren otros? ¡Compártelos en los comentarios!
También puedes pasarte por el resto de entradas del blog, en las que te hablo sobre desarrollo personal, profesional y empresarial. ¡Hasta la semana que viene!