Inteligencia emocional es un término en auge. Se habla con frecuencia sobre el funcionamiento de las emociones y sobre la gestión de las mismas. De hecho, yo mismo te he hablado de esto mismo anteriormente.
Es probable que conozcas la teoría pero, ¿no es acaso la práctica lo que te interesa aplicar a tu vida? Si no te dedicas profesionalmente a una labor relacionada con transmitir esta información, ¿de qué te sirve tenerla si no puedes usarla en tu día a día?
Por este motivo, hoy quiero alejarme un poco de este enfoque teórico y centrarme especialmente en una serie de consejos que te ayudarán a mejorar tu inteligencia emocional y a generar un ambiente propicio para desarrollarte y colaborar en el desarrollo de las personas que te rodean. ¿Empezamos?
Un repaso rápido
Sí, es cierto, acabo de comentarte que no voy a enfocarme en la teoría. Pero siempre viene bien revisar lo que conocemos para relacionarlo con el conocimiento práctico posterior.
En primer lugar, hay que remarcar que la inteligencia emocional no solo supone la gestión de las emociones propias, sino que tiene un apartado social, interpersonal. Es decir, cuando eres inteligente emocionalmente, sabes conocer, comprender y regular tus emociones y las de las personas que te rodean.
Y, por otra parte, precisamente conocer, comprender y regular son los tres procesos imprescindibles e interrelacionados que forman la inteligencia emocional. Forman un proceso lineal indivisible. No se concibe llegar al tercer paso, a la regulación, sin haber pasado por los otros dos.
3 consejos para facilitar tu desarrollo emocional
Visto esto, podemos pasar a la acción. Lo que te propongo a continuación son una serie de tips que puedes llevar a cabo de manera sencilla y por ti mismo/a, y que facilitarán tu desarrollo emocional.
Sé comprensivo contigo mismo/a
Lo primero que suele enseñarse sobre las emociones es que son respuestas automáticas a estímulos concretos. Es decir, la emoción no se puede suprimir conscientemente. Sin embargo, en lo que sí puedes esforzarte es en aprender a aceptarla.
Voy a ponerte un ejemplo. Imagínate que pierdes tu trabajo y, en consecuencia, sientes tristeza. No obstante, decides luchar contra esa emoción y decirte a ti mismo/a: “no puedo estar triste, debo mostrar alegría y recuperar la motivación desde ya”.
En este caso, estas presionándote para cambiar lo que no puede ser cambiado. Sin duda, es posible redirigir el camino y, en base a unos hábitos concretos, reducir el impacto de la tristeza sobre tu conducta. Pero esto empieza por aceptarte y aceptar esa emoción.
Por lo tanto, el primer consejo que te doy es: ante cada emoción que surja, muestra comprensión y pon tu esfuerzo en la conducta con la que respondes. Recuerda que una emoción no puede ni durar toda una vida, ni cortarse a placer de uno mismo.
Atrévete a compartir
Como te he comentado antes, las personas que te rodean influyen en tus emociones, al igual que tú puedes influir en las suyas. Por ello, apoyarte en el entorno puede ser una buena alternativa a la hora de gestionarte y generar un buen muro de inteligencia emocional con el que afrontar los obstáculos.
A veces, usamos la idea de que la pareja, la familia o los amigos no son nuestros psicólogos para limitar o, incluso, evitar la comunicación emocional. Sin embargo, que estas personas no tengan que limitarse a vivir a nuestro alrededor no implica que no puedan apoyarnos.
Al fin y al cabo, basta con darle la vuelta al asunto. ¿Cómo eres con tus allegados? ¿Te gusta escucharlos y apoyarlos con sus problemas? Estoy seguro de que, de manera natural, estás dispuesto a prestar tu ayuda a tus seres queridos. Entonces, ¿por qué no iba a funcionar igual al revés?
Ya sea por el miedo a ser una molestia, por crear un muro que te haga parecer fuerte o por cualquier otro motivo, hoy te animo a que rompas con esta idea y te atrevas a compartir conversaciones sobre situaciones emocionales con tu gente más cercana.
Observa y analiza
Esta es una idea que suele pasar más desapercibida que las anteriores, al menos para mí. Se trata de apoyarte en el análisis de las conductas ajenas cuando una persona afronta una situación emocional concreta.
La inteligencia emocional se aprende. Y, como en todo aprendizaje, se requiere de una observación y una imitación. Escogemos modelos que consideramos de referencia y tratamos de igualarnos a ellos.
Si empiezas a ser observador/a con las actitudes de los demás, irás identificando cómo actúan en determinados contextos y haciendo una comparación con tu manera de afrontar dichas situaciones.
Por ejemplo, ante una situación en la que no eres capaz de lograr un objetivo, puede surgir impotencia. Mientras que tú afrontas este sentimiento entrando en cólera, puede que otra persona sea capaz de remitir la ira y volver a un estado neutro rápidamente. Por ello, pregúntate (o pregúntale) cómo desarrolla esa actitud, qué pensamientos utiliza y qué necesitas tú para llegar a esa superación.
Por tanto, lo que aquí te recomiendo es que reduzcas el orgullo al mínimo y te atrevas a asumir tus debilidades y convertirlas en fortalezas aprendiendo de los que te rodean.
Si te fijas, a lo largo de estos tres consejos que te he dado se abordan los 2 ámbitos (el intrapersonal y el interpersonal) y los 3 procesos que forman la inteligencia emocional.
Sin embargo, estos no son los únicos. ¿Se te ocurre algún consejo para abordar situaciones complicadas y desarrollarte emocionalmente? ¡Comparte lo que te diga tu experiencia en los comentarios!
Espero que te haya resultado interesante este artículo. ¡Hasta la semana que viene!