¿Cuántas veces has escuchado hablar sobre la inteligencia emocional y su importancia en la vida? Este concepto está cada vez más presente en nuestra sociedad. Sin embargo, ¿hasta qué punto puede tener importancia más allá del ámbito personal?
Pues bien, no hay que ir muy lejos para encontrar el impacto de la inteligencia emocional sobre el mundo laboral. En el informe del Foro Económico Mundial de 2018, se situaba esta como una de las habilidades más demandadas en el paradigma profesional actual. Si quieres profundizar más sobre esta lista de competencias fundamentales, te dejo este artículo.
Es más, pensar que la inteligencia emocional solo influye en tu vida privada es uno de los muchos mitos que puedes encontrar sobre esta idea. Otros muy famosos son los que dicen que para regular las emociones basta con respirar hondo o los que reducen las emociones a cabrearse y pegar golpes o a reírse.
Por ello, como la inteligencia emocional está claramente en auge, me gustaría ayudarte a comprender en 5 minutos qué significa este concepto tan interesante y cómo puedes empezar a gestionarlo. ¿Empezamos?
¿Qué es la Inteligencia Emocional?
Existen diversas definiciones de inteligencia emocional. En definitiva este concepto implica conocer, comprender y regular las emociones propias y ajenas con el objetivo de tomar decisiones y solucionar problemas de la forma más óptima posible.
Como ves, no se trata de buscar enfadarse lo mínimo posible o estar feliz todo el tiempo. De hecho, las emociones no funcionan de una manera tan radical. Es seguro que pasas por una gran amalgama de emociones cada día de tu vida. Desde el punto de vista de la inteligencia emocional, estas son parte del camino para lograr elegir mejor y superar los diversos obstáculos que se te presentan.
Además, al contrario de como se podría interpretar, la inteligencia emocional no trabaja solo las emociones. De hecho, el foco está puesto en la interacción entre lo emocional y lo cognitivo (el pensamiento). Dicho de otro modo, la idea está en interrelacionar la labor del cerebro límbico con la del cerebro racional o neocórtex (si quieres saber más sobre los 3 cerebros, pásate por aquí).
Y, por último, la característica que da tanta importancia a la inteligencia emocional: las emociones siempre están con nosotros. Es decir, al contrario que lo que ocurre con otras inteligencias como la lógico-matemática, la inteligencia emocional trabaja las 24 horas del día.
¿Cuáles son los pasos clave para generar una buena inteligencia emocional?
Una vez desglosado el concepto en sí mismo, quiero quedarme con los tres procesos que he mencionado en la primera definición y hablarte un poco sobre ellos. Al fin y al cabo, son los pilares que sostienen esta habilidad.
Conocimiento
Parece obvio que, antes de gestionar cualquier estado emocional, hay que saber reconocerlo. Sin embargo, suele ser el paso que más nos saltamos. El mayor error que puedes cometer es intentar abordar la regulación sin haber llegado a identificar cuál es la emoción que estás experimentando.
Este conocimiento se logra mediante la reflexión, y se fortalece con la práctica. De hecho, cuanto más atento te muestras de forma activa a tus estados emocionales, más automatizas esa conciencia de ti mismo. Llega un punto en el que, sin darte cuenta, sabes cómo te sientes en cada momento. Por tanto, lo suyo es que comiences a analizarte de manera intencional. A partir de ahí, todo fluye.
Comprensión
Como puedes imaginar, no solo basta con la identificación, sino que es necesario interpretar las emociones. Esto implica entender cómo están influyendo o pueden influir en tu toma de decisiones. ¿Reaccionarás igual ante un problema estando motivado que estando desganado? ¿Es fácil plantar cara a un problema con un exceso de miedo?
Algunas personas tienen mayor facilidad para analizar el efecto de sus estados emocionales y para otros es más difícil. Sin embargo, este proceso también está muy sujeto a la experiencia. Cuando antes empiezas a explorar tus respuestas, mejor capacidad de análisis y comprensión tendrás sobre ellas.
Regulación
Este último punto suele ser el único que imagina una persona que escucha por primera vez el término de inteligencia emocional. La regulación no es más que la gestión de las emociones con tal de lograr el objetivo propuesto. Se trata de tomar el timón y actuar en base a lo que quieras lograr.
La regulación emocional podría parecer un misterio; «¿Cómo puedo cambiar mis emociones intencionalmente?» es la mayor duda que surge. Sin embargo, la clave reside en abordar esta gestión de manera indirecta. La emoción nace de una percepción hacia un hecho. Entonces, ¿por qué no trabajas en esa percepción?
¿Cómo influyen las emociones en la toma de decisiones?
El estado emocional tiene un gran impacto sobre la toma de decisiones de una persona en cuanto a que ayuda a filtrar y seleccionar las mejores opciones en cada momento. Por ello, comprender y reconducir las emociones es esencial para obtener los resultados esperados tras una decisión.
Lo curioso aquí es que cada emoción tiene su beneficio. Incluso aquellas que consideramos negativas existen por algo: de una manera o de otra, ayudan a filtrar posibles elecciones, facilitando el descarte rápido de aquellos caminos que no tienen beneficios suficientes.
Pero, ¿qué ocurriría si eliminásemos las emociones a la hora de tomar decisiones? Pues bien, a pesar de que popularmente consideremos esta como la opción más válida, la realidad es bien distinta. Sin emociones, no habría filtro, lo cual dificultaría la labor de selección. En otras palabras, consumiríamos horas para las decisiones más sencillas, ya que habría que considerar todas las opciones posibles y todas las características de cada opción. ¿Estás seguro de que quieres prescindir de las emociones?
¿Qué opinas? ¿Conocías el funcionamiento de la inteligencia emocional?
Espero que te haya resultado útil este artículo. ¡Hablamos la semana que viene!