Como humanos, todos tenemos la tendencia de hablar más de la cuenta, de comentar y criticar cuestiones que no entendemos verdaderamente y de pasarnos de la raya con nuestras opiniones. Esta tendencia se ha visto aún más reforzada con la corriente actual que nos propone ser críticos e inconformistas con todo. Pero, ¿realmente tener una buena capacidad crítica implica renunciar a la prudencia?
«El que es prudente es moderado; el que es moderado es constante; el que es constante es imperturbable; el que es imperturbable vive sin tristeza; el que vive sin tristeza es feliz; luego el prudente es feliz.» Con esta cita, Séneca nos ilustra la importancia de la serenidad, de vivir con templanza y prudencia. Tanto es así que lo relaciona con la que consideramos la meta más importante de nuestra vida: ser felices.
Hoy, me gustaría hablarte de esta virtud, animarte a ponerla en práctica y aportarte algunas formas de hacerlo. ¡Vamos a ello!
QUÉ ES LA PRUDENCIA Y POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE
Según la primera acepción que aparece si buscas en Google, la prudencia es la «capacidad de pensar, ante ciertos acontecimientos o actividades, sobre los riesgos posibles que estos conllevan, y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios.»
La Real Academia Española es incluso más breve en su definición, definiendo este término con otros tres conceptos interesantes: la cautela, la templanza y la moderación.
Con estas dos definiciones puedes hacerte una idea de lo que implica ser prudente. De hecho, seguramente esto ya lo sabías. La prudencia no es más que la habilidad para actuar de forma serena ante los estímulos que recibes en todo momento, siendo capaz de analizarlos adecuadamente y responder o actuar de manera racional (o no actuar, como veremos después).
Pero, ¿por qué es tan importante?
Si algunos autores, como Séneca, son capaces incluso de asemejar la prudencia a la felicidad, es porque esta virtud es clave para lograr un crecimiento y un desarrollo personal. Cuando eres prudente muestras una mentalidad abierta al aprendizaje. Por el contrario, si eres de esas personas que creen que lo sabe todo y, por tanto, desprecia la prudencia, nunca serás capaz de adquirir nuevos conocimientos prácticos. Es por ello por lo que, para desarrollarte en cualquier ámbito, es esencial que seas moderado y sereno.
De hecho, hay un proverbio que se relaciona tanto a Zenón de Citio como a la cultura árabe, que destaca el hecho de que tenemos dos orejas, dos ojos y una boca. Esto tiene una conclusión metafórica muy sencilla: estamos hechos para escuchar y observar el doble de lo que hablamos. ¿Qué opinas? ¿Es este tu caso?
CÓMO PONER EN PRÁCTICA LA PRUDENCIA
Si, después de lo que te he contado, estás interesado en reforzar esta cualidad, te animo a que leas los dos ejercicios que te propongo a continuación.
Contempla a tus referentes
En una recopilación de consejos nunca puede faltar la observación y el análisis de figuras de referencia. Lo que te propongo en este primer ejercicio es pensar en una persona que consideres prudente, serena y moderada. ¿Lo tienes?
Ahora, debes reflexionar sobre situaciones recientes en las que no hayas sabido controlarte, ya sea castigándote a ti mismo o siendo injusto con los demás. No tiene por qué ser un conflicto fuerte, también puedes pensar en momentos en los que hayas expresado tu opinión cuando no convenía o situaciones incómodas provocadas por conductas derivadas de emociones negativas.
Llegados a este punto, pregúntate: ¿Cómo actuaría mi referente en dicha situación? ¿Habría obrado como yo o se habría comportado de otra forma? ¿Qué habría pasado por su cabeza?
Estoy seguro de que, tras hacerte estas tres preguntas aplicadas a cada caso, llegarás a conclusiones interesantes.
Practica el silencio
Este segundo ejercicio es más práctico y directo. Se trata de ejercer el silencio en ciertas interacciones sociales.
Se trata de establecer la siguiente norma: en tu próxima conversación casual o profesional, proponte no expresar ninguna idea propia. El objetivo es que te limites a escuchar activamente y a analizar lo que expresa el otro. Si llega un momento en el que te toca intervenir, no critiques u opines. En lugar de ello, apuesta por hacer preguntas no comprometidas sobre sus ideas con el objetivo de comprenderlas aún mejor.
De este ejercicio se saca una conclusión transversal muy interesante: la escucha activa es precisamente una habilidad ligada a la prudencia y que, por sí misma, te hace crecer enormemente. De hecho, en este artículo, te hablo sobre qué es y cómo llevarla a cabo.
Qué te parece? ¿Te sientes preparado/a para llevar a cabo estos ejercicios? Te animo a compartir en los comentarios tus ideas y conclusiones relacionadas con la prudencia.
Espero que te haya resultado útil este artículo. ¡Hasta la semana que viene!